viernes, 25 de noviembre de 2016

Amanecer vacío.

El alcohol nos apuntó como si fuésemos cómplices del mayor robo de la historia.
No fuimos lo suficientemente fuertes y confesamos.
La ginebra dejó de estar en nuestros vasos y pasó a estar dentro de nosotros.
No habíamos cruzado palabra en toda la noche.
La gente desapareció de nuestro alrededor.
Te miré.
Me miraste.
Me levanté.
Te levantaste.

Poco a poco avanzábamos
Cada vez estábamos más cerca del precipicio.
El acantilado nos susurraba que saltásemos al vacío.
Nos acercamos tanto que ya no había distancia entre los dos.
Nos besamos.
Poco a poco empezamos a perder la ropa.
La noche nos cubría con un manto de estrellas.
La luna nos miraba recelosa.
Pusimos el grito en el cielo.
Pusimos el llanto en el suelo.
Nos amamos tan bien esa noche que pareció real.
Cuando llegó el amanecer,
Acabó la noche.
Y nosotros no habíamos empezado.
La botella descansaba vacía en el suelo.
Yo descansaba vacío en la cama.
Ya no estabas.
Nunca habías estado.
Habías sido un espejismo todo el tiempo.
Toda la vida.

Estaba solo.
Sin nadie a quien contar
que te había besado.
Sin nadie a quien contar

que estaba loco.

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